Como el caso denunciado por
Snowden en 2013 sobre la vigilancia masiva realizada sistemáticamente por el
gobierno de Estados Unidos sobre sus propios ciudadanos, los Cambridge Analytica Files son un ejemplo
más de hasta qué punto el desarrollo vertiginoso de nuevas formas de recopilar,
almacenar y procesar datos afecta, y mucho, al futuro de las democracias.
En mayo de 2017, la periodista de
The Guardian,
Carole
Cadwalladr (@carolecadwalla),
firmó un artículo de investigación que tituló
explícitamente
“El gran robo británico
del brexit: cómo se secuestró nuestra democracia”. En él revelaba las
conexiones entre los resultados del referéndum sobre la salida de Gran Bretaña
de la Unión Europea, Trump y Rusia.
Christopher Wylie (@chrisinsilico),
científico de datos y empleado de
Cambridge
Analytica hasta 2016, fue quien le permitió articular en evidencias muchas
de las hipótesis de su equipo de investigación.
Wylie no ha dejado de trabajar
junto a Cadwalladr en este último año, los resultados los hemos conocido
gracias a sucesivos artículos publicados en
The
Guardian a partir del
sábado
17 de marzo de 2018. Wylie es por tanto quien ha dado la voz de alarma en
ambos casos, que ahora sabemos están íntimamente conectados. Un
whistleblower, alguien que hace saltar
las alarmas desde dentro del sistema al que denuncia, que comenzó a trabajar
con apenas 24 años para Steve Bannon, entonces director ejecutivo de la agencia
de noticias de la (ultra) derecha alternativa estadounidense, "alt-right"
Breitbart y que llegaría a ser asesor de campaña de Trump, tras intentarlo
previamente con el senador Ted Cruz. Sobre
Bannon hemos sabido en
Europa en las últimas semanas porque se ha dejado ver junto a Marine Le Pen y
otros líderes alemanes e italianos de extrema derecha, apoyándoles en sus
congresos o campañas.
Bannon tenía a Wylie y además
contaba con el apoyo financiero de
Robert
Mercer, un científico de datos que comenzó su carrera en IBM y actualmente
es uno de los multimillonarios que más dinero ha donado, junto a uno de los
cofundadores de Pay Pal,
a
la campaña de Trump. Al otro lado del Atlántico, SCL, una empresa de “comunicaciones
estratégicas” creó una división específica para procesos electorales en 2007.
Al frente se situó
Alexander
Nix. Él mismo afirma haber trabajado en 260 campañas a nivel mundial: Nigeria,
Kenia, República Checa, India o Argentina. Cuando finalmente se encuentran
Bannon y Nix, el objetivo pasó a ser bastante más ambicioso, apuntando al
corazón mismo de las democracias occidentales: las elecciones estadounidenses (luego
llegaría el referéndum sobre el Brexit). Willye les expuso la idea sobre cómo
toda la experiencia adquirida por Nix, podría verse multiplicada con el uso de
datos sensibles del electorado. Necesitaban dos cosas: dinero y datos, muchos
datos.
De lo primero se encargó Mercer.
Crearon una nueva empresa, Cambridge
Analytica, ubicaron sus oficinas en el corazón de la ciudad universitaria
de la que toman el nombre y Alexander Nix asumió el papel de CEO. Al equipo se
unió también Rebekah Mercer, matemática por Stanford, que se ha dedicado, sin
embargo, a cuidar las donaciones-inversiones de la fundación de la empresa
familiar a partidos ultraderechistas. Hasta aquí, los actores habituales de
cualquier forma de escándalo político.
Para lograr la máxima efectividad
de los algoritmos de Wylie necesitaban muchos más datos de los que jamás se
lograrán obtener a través de las encuestas con las que han trabajado los
partidos políticos hasta ahora. Entonces encontraron a Aleksandr Kogan, de
origen ruso, aunque ciudadano estadounidense desde los 7 años. Kogan estudió en
la universidad de California, Berkeley, y obtuvo su doctorado en la Universidad
de Hong Kong. Llegó a la universidad Cambridge como profesor de psicología y
experto en psicometría de redes sociales. Y así sigue figurando en
Google
Scholar, la división académica del buscador.
Habituado a trabajar con los
datos suministrados por las redes sociales para realizar investigaciones
científicas, no le fue difícil conseguir incorporar a Facebook la app, diseñada
por él mismo, ThisIsYourDigitalLife y gestionada a través de su empresa
Global Science Research (GSR), creada
específicamente para poder colaborar con
Cambridge
Analytica desde el mismo campus de Cambridge. Miles de usuarios de Facebook
obtuvieron una compensación económica por realizar esta “prueba de
personalidad”, aceptando que los datos recopilados fuesen empleados para un uso
académico.
Sin embargo, la aplicación
también recopiló la información de los amigos de
Facebook de los candidatos, lo
que llevó a la acumulación de datos de decenas de millones de personas, cerca
de cincuenta millones de perfiles fueron utilizados para entrenar los algoritmos
sociales ideados por Wylie. Esto permitió realizar una selección sistemática de
votantes en las elecciones presidenciales de EE. UU. (microtargetting) quienes recibieron de
forma personalizada noticias falsas, noticias tergiversadas, noticias sobre
aquello que ellos querían escuchar y que reforzaban sus filias, sus miedos y
sus fobias. Una auténtica “guerra de información psicológica”.
Como mantiene el
mismo Wylie: “Tenemos aquí ejemplos de lo que podríamos denominar experimentos
groseramente no éticos. Se ha jugado con la psicología de un país entero, sin
su consentimiento y acuerdo, y lo que es más grave, se ha jugado con su
psicología en el contexto de un proceso democrático. (…) Es incorrecto
considerar Cambridge Analytica una
compañía científica. Es un servicio completo, y muy efectivo, de propaganda
mecanizada.”
Mis conclusiones apuntan a uno de
los problemas más graves que deben confrontar actualmente las democracias, si pretendemos
que sobrevivan: evitar que la inteligencia artificial, o los métodos empleados
para gestionar los datos masivos, Big data, se erijan como herramientas para
erosionar y degradar los sistemas públicos de organización social. La caja de
Pandora está abierta, y la pelota en el tejado de los gobiernos. Es hora de que
demuestren si su principal objetivo es ganar elecciones o conservar los valores
democráticos para las generaciones futuras.