miércoles, 25 de agosto de 2010

Abrazar los árboles (y la tierra que los sustenta)

Córdoba sufre en este tórrido fin de agosto de 2010 diferentes iniciativas de su ayuntamiento (gobernado en coalición por IU y PSOE) para hacer desaparecer árboles de sus calles y parques a pesar de una resistencia ciudadana que retorna poco a poco de sus vacaciones.

Ahora que el cambio climático es una realidad de la que incluso las páginas de economía de los grandes diarios se hacen constante eco, nuestras sombras parecen tener los días contados. Como tantas otras cosas sin valor mercantil aparente o como los iceberg que derriten con agua cálida los barcos de las petroleras que inician en estos días la conquista de las reservas de crudo de Groenlandia. El “oro ártico” nubla la vista de un gobierno que parece incapaz de poner en valor la “inutilidad” del frágil paisaje que habitan ballenas azules, osos polares, focas y aves migratorias. Cada uno en la medida de sus posibilidades, gobiernos nacionales o municipales, colaboran con el despropósito de generar espacios inhabitables, intransitables, “no lugares” en los que la vida, el paseo, las emociones, olores o murmullos se hacen impensables. Pues qué si no significa una calle sin sombra en Córdoba. Las sombras de los árboles significan vida, vida en la calle, vida social, vida-vida.

El movimiento Chipko se inició a finales del siglo XVII liderado por una mujer llamada Amrita Devi. Más de trescientas personas de la comunidad Bishnoi en Rajasthan sacrificaron su vidas para salvar los árboles sagrados khejri abrazándose a ellos. En los años cuarenta del pasado siglo Mira Behn, una aventajada discípula de Gandhi preocupada por la ecología de los Himalayas de Garhwal, identificó que las consecuencias catastróficas de las inundaciones se debían a la sustitución de los frondosos bosques mixtos, banj, de robles (Quercus incana) y almeces (Celtis australis) por pinos con gran valor comercial y lucrativo y escaso valor ecológico. Las mujeres de la zona pronto cayeron en la cuenta de que las plantaciones de pinos no cumplían las funciones ecológicas ni económicas de los banj. Y fueron las mujeres en primer lugar porque desapareció la leña con la que poder cocinar, despareció el bosque como materia prima de alimentos silvestres y comenzó a escasear el agua potable. La economía pasaría a depender únicamente de la explotación de los pinos en aserraderos y fábricas de tratamiento de resina, donde se ocuparían los hombres pero desaparecería la vida basada en una actividad sostenible basada en la conservación de los bosques. Entonces renació Chipko. En marzo de 1973, trescientos árboles iban a ser talados para un fabricante de aparatos deportivos; cuando la población de Mandal se enteró acudieron al bosque tocando tambores. Declararon que se abrazarían a los árboles para impedir que los derribaran. Los taladores se desplazaron a otro lugar y con ellos los tambores y canciones Chipko, hasta hoy.

Este bosque es nuestra madre. Cuando falta comida venimos aquí a recoger hierbas y frutas para alimentar a nuestros hijos. Encontramos plantas y recogemos hongos en este bosque. Ustedes no pueden tocar estos árboles.

(Lema de las mujeres Chipko que protegieron el bosque de Remi)

La pasada semana los vecinos de la calle Marquesa de Valdeiglesias iniciaron un simbólico abrazo a los árboles que iban a ser talados por una empresa municipal, pocos días después esta misma empresa reconoció que alguno de ellos podría “salvarse” si se rehacía el proyecto. Es decir, si se empleaba un poco de sentido común en vez de aplicar la comodísima, y empleadísima, tabla rasa.

Tendremos que vestirnos el sari rosa y salir a abrazar los árboles y la tierra que los sustenta en Córdoba. Uno a uno. Hoy mismo podríamos empezar. En el Parque Cruz Conde se oyen tambores que anuncian que ya han comenzado a caer: Abraza nuestros árboles, sálvalos de su caída.