lunes, 30 de noviembre de 2009

noche en Teherán

La noche se colorea al imaginarte y mi pecho se llena de tu fragancia. Ante mis ojos, te abres y me envuelves en la alegría; como la lluvia que purga el cuerpo de la tierra, limpias de impurezas mi existencia. De mi ardiente cuerpo tú eres el latido, el fuego en la sombra de mis pestañas. Eres más abundante que el trigo, más inmenso que sus dorados tallos. Has abierto mis puertas al sol durante la irrupción de las negras dudas. Estoy contigo, y ya no temo el dolor, que sólo sería el dolor del éxtasis. Mi apenado corazón, ¿tanto fulgor? ¿el jolgorio de la vida en el asiento de la tumba? Tus ojos, mi pradera, enlazas el talismán de tu mirada a la mía. Oscuro es el dolor del deseo. Es hacerse pequeño en vano. Poner la cabeza encima de los negros corazones, mancharse el pecho con la suciedad de los rencores. Encontrar en las caricias la mordedura de la serpeinte o veneno en la sonrisa de los amigos. Perderse en la muchedumbre de los bazares. Como las estrellas, con alas doradas, viniste de la lejanía de los cielos, acabaste con mi melancolía y empapaste mi cuerpo de tu olor. Mi cabello arde cuando me rozas, el deseo abrasa mis mejillas. Eres extraño para mi ropa, pero conoces las praderas de mi cuerpo. Eres más reluciente que la aurora, más fresco que la primavera. Has despertado el amor en mi corazón, me entrego toda al deseo. Tiemblo de placer, las líneas de tu cuerpo son mi vestido. Mi ser se desintegra y mi alegría se funde con mi tristeza. Tus susurros, mágicas nanas, son cuna para niños intranquilos. Tu aliento, brisa nocturna, se ha cobijado en mis sonrisas futuras y ha penetrado en el fondo de mis mundos. Tanto fuego has derramado sobre mí, que me has fundido pasión con poesía, has encendido en mí la fiebre del amor y de ardor has teñido mis versos. Forug Farrojzad Noche en Teherán Ed. El Bardo, Barcelona 1998

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